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Mostrando entradas de octubre, 2011

La pared

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El sueño era persistente, tanto como el zumbido de un dolor de muelas; parece como que va a desaparecer y te asalta de improviso. Solo que ahora con más fuerza, más molesto. Comenzaba siempre con una pared lisa salpicada de algunas manchas de algo que no alcanzaba a descubrir y luego, de algún modo, salía la sangre. El rojo líquido escurría por todas partes formando líneas, gotas espesas, surcos rojizos que al llegar al piso ya eran de color carmín oscuro. A veces soñaba que se sacaba la lotería o que la vecina de a lado lo invitaba cuando no estaba su marido. O que hacia un viaje a playas de arenas blancas y azules aguas, y la pared interrumpía los deseos placenteros. No le había contado a nadie la persistente pesadilla, hasta que le fue insoportable. Fue con un psicólogo que le habían recomendado. Al término de la primera terapia le dio la ruta de tratamiento y le aseguró que en pocos meses esas fijaciones desaparecerían. Soportó un par de semanas y abandonó el tratamiento. El sueño

Te veré en el infierno, Kurt Cobain de Rubén Don

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Then that Cobain pussy had to come around and ruin it all. Randy The Ram Robinson La vida sin música es un error, dijo Nietzche y concuerdo perfectamente con la afirmación. Y no porque sea Nietzche, ese santón filosófico que se cita para dar legitimidad a cualquier dicho, si no porque la vida sin música sería aburridísima, cansada, y sin sentido. La música crea ideologías y las ideologías la crean a ella. Desde que los reproductores personales se popularizaron cada uno ha creado el soundtrack de su vida y por lo consiguiente vive el sueño de su ídolo. En la novela de Rubén Don, “Nos veremos en el infierno, Kurt Cobain”, Santander, el personaje principal, se convierte en una especie de nihilista grungero, que si bien no idolatra a Cobain, si lo tiene en un nichito cerca de otros de sus otros santos. Santander es un pijo apenas salido de la adolescencia que tiene que lidiar con su mal genio, el final de clases y esa sensación de estar hastiado de todo,

Antes de terminar la semana

Abrázame y muérdeme Llévate contigo mis heridas Aviéntame y déjame Mientras yo contemplo tu partida En espera de que vuelvas y tal vez vuelvas por mí. Café Tacuba La estuve esperando por más de dos días. En el pequeño cuarto que sirve como guarida y hotel, como gusanera y útero materno, atisbaba a través del vidrio quebrado y sucio, viendo sin ver, esperando a que llegara, fumando un Camel tras otro, oyendo como hervía la sopa instantánea en la olla desvencijada. Caminaba en círculos por la alfombra, me sentaba y buscaba, tras el guacal donde guardo mis discos, los restos de alguna botella de ron o algún líquido que terminara con la ansiedad. Me había jurado que vendría antes de terminar la semana. Lo había dicho con tal convicción que pensé que de un momento a otro podría aparecerse con una bolsa de supermercado llena de comida y un disco nuevo. Ya era domingo y no aparecía. El viernes por la tarde apagué mi computadora y me despedí de mis compañeros de trabajo t

Antichrist Superstar

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Para Omar Carrillo, por ser aferrado. En los noventa se destaparon varias cloacas. Lo que había estado escondido durante los ochenta de pronto nos estalló en la cara. Adiós los días de bonanza petrolera, de Reagan y Tacher sonriendo, adiós los pantalones bombachos con camisas de seda. Los noventas nos recordaron que las drogas no son divertidas, que la iglesia y la familia son castrantes hasta el hartazgo. Fue a principios de esa década que aparece un grupo formado por unos histriónicos personajes que combinaban el nombre de un asesino serial con el de una diva del cine norteamericano para tomar una personalidad propia. Marilyn Manson era el líder y también el nombre del grupo. El producto molestó a muchos, porque da directo en uno de los pilares del american dream , el ser famoso. Pero ese primer disco sólo les abriría un espacio en la industria para después dar el hachazo final con Antichrist Superstar, que vería la luz un 8 de octubre de hace dieciséis años. Antichrist Superstar