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Mostrando entradas de junio, 2012

Gasolina, de Daniel Espartaco Sánchez.

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Gasolina arde. Pero qué es Gasolina, ¿Un cuento largo? ¿Una novela corta? Dejémoslo en novelle,  que suena bien apantallador el término. Gasolina es un chihuas esperando con un bidón de nafta quemarlo todo, pero también Gasolina es un balde de sardónica crítica a los escritores post Salinas de Gortari, esos mismos que comenzaron a cobrar sus cheques en los bancos privatizados con religiosidad, a la generación menor de 35 y mayor de 18, a la generación funkitown , es la misma que presume de sus “contactos” y de lo underground, pedotes y viejeros que son, igualitos que los undergrounds, pedotes y viejeros que los señores de pueblo o los oficinistas del centro.             Yo conocí a Daniel Espartaco a través del facebook en el momento en que mi adicción era tal que la basura se iba acumulando alrededor de mi escritorio. Daniel ponía el comentario ácido necesario cada tanto en el aburrido tagline . Me gustaba su obsesión por la añoranza comunista, de esos términos como camarada o

Prometeo

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La imagen es poderosa. Luego de un recorrido a vuelo de pájaro por idílicos y virginales parajes aparece la sombra de una enorme nave espacial  de forma circular. Luego, a la orilla de un risco, con una cascada a pocos metros está un hombre de piel blanca y de cuerpo musculoso quien se suicida luego de beberse un líquido negro. Ridley Scott siempre ha sido un esteta que tiene altibajos en sus historias y esta obra no es la excepción. Prometheus comienza muy bien pero acaba por dejarnos con una sensación de vacio, de que acabamos de comer algo de una belleza enorme pero insípido. Scott jugó durante toda la filmación de la película a que era y no era la precuela de la saga Alien. En algunas entrevistas llegó hasta denostar este nuevo artilugio de Hollywood para rescatar productos exitosos, y en otras decía abiertamente que regresaba a la historia del alienígena asesino. La verdad es que sí, Prometheus es la historia previa a su Alien o, parafraseando a Burton, una revisitación.

Crónicas de un subempleado 1

Cerca de donde vivo hay cuando menos tres personajes interesantes. Uno de ellos es una chica de no más de 20 años. Para poder definirla, mi chica y yo compartimos un término me parece la define, a ella y muchas que comparten esa moda y situación. Les decimos “poligoneras”. Mi chica dice que así es como le dicen en Madrid a las mujeres que viven en los polígonos industriales fuera de la ciudad. “Esas que se visten como Amy Whinehouse”. Por lo cual, con sus debidas adaptaciones al contexto chilango, la define muy bien. Es delgada, morena, pero con un peinado muy característico. Largo de algunas partes y cortado a rape de otros. La forma en que usa el corrector hace que sus ojos negros se vean más grandes. Es bonita y a pesar de eso hace cara dura, que le sirve para sobrevivir en al calle. Vende películas y discos piratas en un puesto y en otro, agujetas y demás cosas como pinzas, bilés y pulseras en otro. Siempre esta sentada en medio de sus negocios. A veces come de un plato de unic