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Mostrando entradas de julio, 2011

Actitud rock

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Fue en pleno apogeo de su banda The Doors cuando Jim Morrison fue detenido en los baños del estadio de Miami por un policía que le impidió seguir teniendo sexo con una groupie. Morrison, lleno de ácido y hasta el tope de Jim Bean, subió al escenario y le contó a la gente sobre el incidente. Sus compañeros sabían de sus actitudes, así que siguieron tocando la pieza en la que de improviso al cantante se le ocurrió decir su perorata. El resultado fue que acabó detenido y con el odio de sus compañeros por tener que pagar una millonada en fianzas. Charly García descansaba en un hotel cinco estrellas cuando la prensa y su propio manager comenzaron a presionar con algo que todavía no se sabe con exactitud que era; las versiones varían. El caso es que vio la ventana y decidió saltar varios pisos hacia la alberca que lo esperaba tranquilamente. Nuestro único rock star mexicano, es decir el proto-roquero Tin Tan tenía la misma actitud. Se dice que antes de cada filmación fumaba un porro de Go

Tú sabes no soy bueno

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Desperté en otro hotel. Era una habitación pequeña, pero que daba al centro de la gran ciudad. Salude a mi acompañante desde la cama mientras ella contestaba el celular e iniciaba el Skype para proseguir con su vida diaria. Una mujer ocupada, muy ocupada, de gran mundo, tres idiomas y una cuenta larga de teléfono. Yo era ahora solo un bulto en la cama, ayer era el especial nocturno, el gran conquistador, el hombre al que se le cumplían sus fantasías. ¿Así te gusta? ¿Me inclino más? El tipo que ofrecía plática y sonreía. El que no volteaba a ver a ninguna otra mujer. “Tengo hambre”, dijo entre una y otra llamada. “¿Podrías poner algo de música?“ Encendí la computadora y seleccioné algo que nos gustara a los dos. Ayer había sido pop basura cortesía de ella (con grandes interpretaciones mías), mezclado con mi necedad de oír grandes éxitos del lounge y de acid jazz. Puse en mi lap a Amy Winehouse, You know I’m no good. Me desperté con esa tonada y quería oírla en la habitación. Ella traía

Sus piernas

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Me gustaban sus piernas. Eran delgadas y suaves. Casi nunca usaba falda, por lo que las escondía muy bien tras esos pantalones infames que utilizaba. Pantalones que eran una o dos tallas más grandes de lo que necesitaba. Así, su cuerpo estaba escondido con esos pedazos de tela que nada le hacían justicia. Además, insistía en utilizar sus lentes de pasta y sus gorras viejas. Era como una niña envejecida, porque y a pesar de lo mucho que había vivido era una niña: 17 apenas llegados. 17 años de una vida dura, 17 de llorar y odiar. No había muchos lugares a donde ir: terrenos baldíos, parques polvorientos, calles sin pintar y hoteles de camas viejas que de vez en vez se les salía algo que juraba era paja. Me gustaba abrazarla y contarle algo. Que mis palabras fueran las que nos sacaran de ahí, de ese sito en medio de la nada, de ese hotel viejo con toallas rasposas y dulces de mantequilla en las almohadas. Ese sitio al que nos teníamos que recluir porque la policía, sus amigos y su famil

El Burdel

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Hasta hace no mucho tiempo dedicarse a algo relacionado con el arte era catalogado como una gran estupidez. Era bien visto entre amigos y conocidos, pero comprendido como una locura de juventud que no veía su fin y que acarrearía severos problemas al implicado. Pero ahora con las crisis constantes, el sólo hecho de no vivir del presupuesto y dedicarse a cualquier otra cosa es considerada como una tontería. Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error. Es decir, da lo mismos er médioc, abogado o tener dos doctorados, acabarás de taxista. Por eso cuando la Galería el Burdel se abrió en pleno centro de Tlaxcala, yo no lo consideré como una locura. A pesar de todos los pros/contras con que saltaba a la palestra: el hecho de que fuera arte contemporáneo, que su tendencia pop contrastara con los hábitos de consumo de arte del estado, que fueron en su mayoría creadores que no llegaban a los treinta y ese dejo de “joven progre” de colonia acomodada. Toda esa mezcla podía funcionar a su fa

Resultados del ataque poético

La cita fue a las cuatro de la tarde y justo a las cuatro y media ya éramos más de veinte personas. Nos organizamos en dos escuadrones y marcamos el curso hacia el centro de Tlaxcala. En el medio había un centro comercial, un mercado y varios restaurantes. La gente respondió muy bien a pesar de nuestras carencias. El siguiente ataque ya se está armando. Acá está el link al video.

Ataque poético

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Un grupo de artistas que radicamos en Tlaxcala decidimos leerle poesía a los incautos transeúntes de la capital. Buscaremos víctimas en restaurantes, cafés, centros comerciales, zapaterías. Queremos la plaza.

Érica

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No pensábamos encontrarla. Es más, sólo salimos a comer un hot dog, para calmar el hambre y dar una vuelta. Simplemente la casa nos parecía asfixiante. Pero nos la encontramos con su nuevo novio, que a su vez era el mismo tipo de siempre. Es decir, un sujeto blanco, delgado y con cierto pedigrí entre la pequeña comunidad tlaxcalteca. Había andado con hijos de todo tipo de gente, desde senadores, funcionarios de primer, segundo y tercer nivel, hasta empresarios textileros y dueños de restaurantes. En esta ocasión le tocaba al sobrino de un conocido político. Nos lo presentó con mucho gusto y luego nos invitó a tomar un trago. Gonzalito, como le decía Erica colgándose de su brazo, ya estaba bastante pedo. Se le notaba en la nariz rojiza y en la mirada perdida. Mi pareja y yo pensábamos que nadie puede negar una invitación a beber. Máxime que todo iba a ser gratis: alcohol y vuelta en auto. Nos subimos atrás y de inmediato me di cuenta que Erica estaba bastante borracha, también. No para

Sobre Extraños

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Fue hace ya más de cuatro años que mi vida llegó a un momento álgido. Vivía a ratos en Xalapa, en Tlaxcala y el DF. De pronto se cortó el vínculo que tenía con Xalapa y me tuve que refugiar en la Ciudad de México. El único amigo que sabía de esa mala racha y sus villanos me tendió la mano. Cuando llegué a su casa todavía la nube negra llovía sobre mí. Varias veces escribí cartas larguísimas tratando de regresar a Veracruz pero todo estaba roto y tuve que resignarme al duelo y a dejar atrás una vida de casi cinco años. Eso sólo fue el detonante de muchas cosas. En el DF me fui a vivir a un cuarto de azotea donde cabían dos colchones tamaño individual, una mesa, un sofá cama y algunos libros. Eso sí, mi amigo y yo siempre deseamos conservar el estilo por lo que en las noches nos preparábamos café de grano, poníamos unas sillas en la azotea y platicábamos viendo el cielo rojo de la ciudad. Sin trabajo claro cantábamos en los camiones, cosa que a mí no me agradaba, por aquello del ego exac

Imágenes sicalípticas

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El cine pornográfico nació al mismo tiempo que el convencional. No es culpa de los “tiempos terribles” que vivimos ahora o de la “falta de valores de la sociedad actual”, es simplemente producto del deseo carnal. La pornografía ha estado en la humanidad desde hace ya muchos siglos, ya sea por medio de dibujos procaces o de grabados sicalípticos. La edición en español de La Perla, un clásico de la literatura pornográfica, contenía estas delicias venidas de siglos pasados. Entre sus páginas había reproducciones de antiguos dibujos medievales o litografías con monjas libidinosas formadas frente al diminuto pene de un padre panzón, geishas sufridoras violadas por un pulpo o níveos traseros victorianos cogidos por un señor de impecable mostacho. El porno cinematográfico nació con “vistas” de prostitutas mostrándose ante la cámara. Pudibundas mujeres desnudándose en atiborrados escenarios con almohadas, cortinas y mullidos sillones. Al principio la imagen saltaba por sus escasos 20 o 24 cuad