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Impronunciable

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En la larga lista de películas de ciencia ficción de culto, existen cuando menos dos nombres que se repiten, uno de ellos es Charlton Heston y el otro, por supuesto, Arnold Schwarzenegger. Ambos de derecha, ambos héroes por antonomasia, ambos malos actores, en especial el austriaco, que a pesar de los años sigue teniendo un acento terrible, que lo nota hasta el que menos sabe del idioma inglés. Heston ha protagonizado Soylent Green, conocida en nuestro país como Cuando el destino nos alcance (USA, 1973) y El planeta de los simios (USA, 1968). Entre muchas otras de desastres que lo convirtieron en el héroe bíblico que promueve el uso de las armas y la desaparición de los inmigrantes. El caso de Schwarzenegger es peculiar, porque es un inmigrante, que lo único que tenía al llegar era un cuerpo tallado en el gimnasio, un rudo acento alemán y muchas ganas de sobresalir. "El comienzo fue muy difícil para mí. Me dijeron los agentes y en los casting que mi cue

Provocaré un diluvio de Arturo J. Flores

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Uno de los principales problemas que le encuentran a “Provocaré un diluvio” los entendidos en literatura es saber si es crónica, novela o cuento. “Es que no se define”, me dijo a bocajarro un colega escritor. ¿Y cuál es el problema?, me respondí. Provocaré… es un libro que reúne las crónicas diarias (o cuando menos muy cercanas al día de los hechos), al surgimiento y posterior auge de un grupo de metal integrado por mujeres. La relación entre su manager-cronista y las chicas inicia de una frase casi inocente: “Ya vuélvete nuestro mánager, cabrón.” De ahí surgen una serie de híbridos literarios que tocan lo mismo el cuento, la crónica, la novela, que la nota periodística y la simple entrada al blog, es decir, la escritura automática. Arturo J. Flores, curtido en las páginas de las revistas musicales, es un escritor atípico, porque si bien ha asistido a diferentes talleres literarios, no se ha formado como tal. Lo cual es para mí un punto a su favor, ya que abre nuevas po

Efímera de Miguel Antonio Lupián Soto

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El relato corto es muy difícil de vender, a las editoriales el cuento les parece poco comercial, poco manejable. Lo que es una ironía, porque en los suplementos culturales de todo el país es lo que te piden. Ya no se diga en las revistas que publican algo literario, como Playboy, Luvina y algunas más. Lo que se vuelve más tortuoso es que entre más breve mejor. Entonces comienzas haciendo cuento y debes terminar de novelista si quieres salir del ring protegido de las editoriales estatales. Porque se supone que el cuento no es un género en sí, sino simplemente un adiestramiento para ahora si ser escritor. Por eso, además de la inteligencia, el trabajo de relojero con las palabras, es valeroso quien hace relato y mucho más el que hace breves. Eso ya le da un plus al libro de Lupián Soto, pero tiene más agravantes. Es fantástico y algunos se inscriben en la etiqueta del terror, lo cual lo convierte en un paria, porque los escritores “serios” no hacen eso. Pero el autor lo

Su número en Acapulco

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Then she gave me a $200 tip and her phone number in Acapulco. The Wizard Dormía en los parques por la mañana y en la noche me iba al Casino a esperar el amanecer. Había perdido hasta el último peso en él, pensando que con mi sistema me volvería millonario. Veía a los jubilados aplicando el suyo y me daba cuenta de sus errores, de sus manías, de que no entendían como la “casa” jugaba con ellos. El lugar estaba en un barco. Era como le decían muchos, un casino flotante. Según me habían contado lo habían hecho así porque en el territorio federal de Buenos Aires estaban prohibidos los juegos de azar. Por lo que el barco fue la solución “inteligente” que permitía tener un gran casino sin quebrantar las leyes… más que un poquito. Así que cada determinando tiempo el barco encendía sus motores y le daba una vuelta al rio hasta llegar a aguas internacionales y regresaba. Así no estaba de fijo y todos contentos. Por fin, un día que mendigue unos pesos en la entrada del Subte, pude juntar para ir

La pared

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El sueño era persistente, tanto como el zumbido de un dolor de muelas; parece como que va a desaparecer y te asalta de improviso. Solo que ahora con más fuerza, más molesto. Comenzaba siempre con una pared lisa salpicada de algunas manchas de algo que no alcanzaba a descubrir y luego, de algún modo, salía la sangre. El rojo líquido escurría por todas partes formando líneas, gotas espesas, surcos rojizos que al llegar al piso ya eran de color carmín oscuro. A veces soñaba que se sacaba la lotería o que la vecina de a lado lo invitaba cuando no estaba su marido. O que hacia un viaje a playas de arenas blancas y azules aguas, y la pared interrumpía los deseos placenteros. No le había contado a nadie la persistente pesadilla, hasta que le fue insoportable. Fue con un psicólogo que le habían recomendado. Al término de la primera terapia le dio la ruta de tratamiento y le aseguró que en pocos meses esas fijaciones desaparecerían. Soportó un par de semanas y abandonó el tratamiento. El sueño

Te veré en el infierno, Kurt Cobain de Rubén Don

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Then that Cobain pussy had to come around and ruin it all. Randy The Ram Robinson La vida sin música es un error, dijo Nietzche y concuerdo perfectamente con la afirmación. Y no porque sea Nietzche, ese santón filosófico que se cita para dar legitimidad a cualquier dicho, si no porque la vida sin música sería aburridísima, cansada, y sin sentido. La música crea ideologías y las ideologías la crean a ella. Desde que los reproductores personales se popularizaron cada uno ha creado el soundtrack de su vida y por lo consiguiente vive el sueño de su ídolo. En la novela de Rubén Don, “Nos veremos en el infierno, Kurt Cobain”, Santander, el personaje principal, se convierte en una especie de nihilista grungero, que si bien no idolatra a Cobain, si lo tiene en un nichito cerca de otros de sus otros santos. Santander es un pijo apenas salido de la adolescencia que tiene que lidiar con su mal genio, el final de clases y esa sensación de estar hastiado de todo,

Antes de terminar la semana

Abrázame y muérdeme Llévate contigo mis heridas Aviéntame y déjame Mientras yo contemplo tu partida En espera de que vuelvas y tal vez vuelvas por mí. Café Tacuba La estuve esperando por más de dos días. En el pequeño cuarto que sirve como guarida y hotel, como gusanera y útero materno, atisbaba a través del vidrio quebrado y sucio, viendo sin ver, esperando a que llegara, fumando un Camel tras otro, oyendo como hervía la sopa instantánea en la olla desvencijada. Caminaba en círculos por la alfombra, me sentaba y buscaba, tras el guacal donde guardo mis discos, los restos de alguna botella de ron o algún líquido que terminara con la ansiedad. Me había jurado que vendría antes de terminar la semana. Lo había dicho con tal convicción que pensé que de un momento a otro podría aparecerse con una bolsa de supermercado llena de comida y un disco nuevo. Ya era domingo y no aparecía. El viernes por la tarde apagué mi computadora y me despedí de mis compañeros de trabajo t

Antichrist Superstar

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Para Omar Carrillo, por ser aferrado. En los noventa se destaparon varias cloacas. Lo que había estado escondido durante los ochenta de pronto nos estalló en la cara. Adiós los días de bonanza petrolera, de Reagan y Tacher sonriendo, adiós los pantalones bombachos con camisas de seda. Los noventas nos recordaron que las drogas no son divertidas, que la iglesia y la familia son castrantes hasta el hartazgo. Fue a principios de esa década que aparece un grupo formado por unos histriónicos personajes que combinaban el nombre de un asesino serial con el de una diva del cine norteamericano para tomar una personalidad propia. Marilyn Manson era el líder y también el nombre del grupo. El producto molestó a muchos, porque da directo en uno de los pilares del american dream , el ser famoso. Pero ese primer disco sólo les abriría un espacio en la industria para después dar el hachazo final con Antichrist Superstar, que vería la luz un 8 de octubre de hace dieciséis años. Antichrist Superstar

Noticias sobre Vietnam

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O del Facebook, el twiter, el blog y las impresoras hp

No somos tribus urbanas de Carlos Camaleón

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Carlos Camaleón es un referente dentro del underground en la Ciudad de México y entendidos en todo aquello que se refiere a los géneros y subgéneros dentro de la literatura y el cine. Promotor cultural y empresario (quitando toda connotación negativa que la palabra conlleva) Camaleón realiza año con año diferentes festivales, mesas de lectura y encuentros para hablar sobre lo que le interesa: el realismo sucio, el vampirismo, la ciencia ficción, la fantasía y demás géneros menospreciados. Por eso sabe de lo que habla cuando punto por punto defiende la premisa del título de su libro. No somos tribus urbanas es un ensayo donde Camaleón demuestra que el término tan en boga en los noticieros y libros de sociología es en realidad un reduccionismo para poder asir a un gran sector de la población que no corresponde al estándar de la cultura de masas. Término que intenta explicar por la vestimenta a los grupos juveniles, como si se trataran las facciones en pugna dentro de la película Mad

Circa 94 de Fran Ilich

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Siempre he pensado que los noventas mexicanos comenzaron en 1994 con el error de diciembre y con la aparición del zapatismo. Orión, el personaje adolescente creado por Fran Ilich, data sus noventa con la asistencia a ese enorme rave que sucedió en California en ese mismo año y que da nombre al libro, Circa 94. Orión observa los demás eventos, desde la muerte de Kurt Cobain hasta la cris económica, como tangenciales. Lo cual habla del zeitgeist de ese momento donde la música, las drogas y los eventos masivos eran los últimos reductos para escapar de una realidad que ya no tenía esperanzas. Hábil narrador e historiador logra crear un abultado relato generacional, un mapa de lo que significaba ser joven en esa época ida. La sensación de estar siempre a la vanguardia, de utilizar las drogas y la tecnología como una forma de crecimiento personal sin caer en lo maldito tan en boga hoy día. Es más, Orión, personaje fronterizo, tiene ideas muy claras sobre el mundo, pero no sobre él. Lleva u

Inhalantes para el alma

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Habitante de una de las colonias con más criminalidad, la Agrícola Oriental, el rock urbano y el metal eran moneda corriente en mi ideario musical. Por absurdo que parezca, fue a mi llegada en mi adolescencia a Tlaxcala –esa mini urbe- que supe de otras manifestaciones musicales de la mano de un compa muy activo en el arte correo y el intercambio musical con gente de todo el mundo. Mi amigo, que para fines prácticos se llama Mark Panzacola, hacía esténcil y se carteaba con gente de España, Estados Unidos, Sudamérica y claro, la mítica Tijuana. Debido a esto escuchábamos mucha música electrónica y rock pop en español casi todo el tiempo. Su casa, alejada de la capital de estado, era como un refugio para los que buscábamos nuevos sonidos. Un día encontré entre sus discos apilados aquí y allá uno que había visto en muchas revistas. Su nombre era Nevermind y el grupo se hacía llamar Nirvana. Me burlé del título porque un nombre con connotaciones religiosas hinduistas y con aquella porta

Chequeo médico (fragmento de novela)

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El doctor se acercó a mí con un escalpelo en la mano. El lugar donde me encontraba parecía extraño. Las ventanas eran redondas y sólo dejaban ver un líquido multicolor, en el que dominaba el verde, dando vueltas, como en una lavadora, como un remolino, como si tuviera vida. El médico vestía de blanco con un tapabocas azul y una cofia del mismo color. Yo permanecía sentado sin moverme en la mesa de auscultación. Esta era fría y parecía hecha con tubos de fierro. Los otros muebles: una silla, una báscula y una escalerilla para subir a la mesa, hacían juego. Estaba desnudo con la piel reseca y moretones en los muslos y pecho. El frío calaba. El doctor acercó su rostro al mío. En el ojo derecho traía una especie de microscopio con una luz muy potente. Con ese artefacto me observó las pupilas, pareció pensar un poco el diagnóstico y dijo por fin que estaba enfermo. —¿De qué? —Pregunté angustiado. Se alejó unos pasos. El escalpelo producía pequeños brillos. Sus manos enguantadas hacían re

Performances

Un performances, el segundo de mi vida, con los mismo tópicos, libros y palabras. El link para verlo en youtube está aquí .

Arde Berlín Arde (fragmento de novela)

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—Es que tengo demasiado sexo en la cabeza, —afirmó recargada en la plataforma de recorte. Detrás suyo se apilaban los periódicos organizados por fecha y tipo, empezando por La Jornada, pasando por El Sol de San Carlos y llegando hasta pasquines tan invisibles como el Alfabeto. Había empezado a hacer su servicio social en la oficina de prensa en la que yo trabajaba y desde que la conocí supe que tenía muchas cosas girándole en la cabeza, cosas que no la dejaban pensar, cosa que me meterían en problemas. Para ese entonces hacía poco tiempo de haber dejado la universidad y tenía en mente la idea ser un joven ganador, como tanto me habían inculcado mis padres. Deseaba casarme, tener un empleo estable, un departamento y un auto pequeño con el cual moverme hasta que decidiera hacer la maestría en otro país. Los sueños mínimos de un tipo arribista como lo era en ese entonces, antes de que comiera mis sándwiches de realidad. Vi de arriba a abajo a la chica mientras intentaba corregir u

Actitud rock

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Fue en pleno apogeo de su banda The Doors cuando Jim Morrison fue detenido en los baños del estadio de Miami por un policía que le impidió seguir teniendo sexo con una groupie. Morrison, lleno de ácido y hasta el tope de Jim Bean, subió al escenario y le contó a la gente sobre el incidente. Sus compañeros sabían de sus actitudes, así que siguieron tocando la pieza en la que de improviso al cantante se le ocurrió decir su perorata. El resultado fue que acabó detenido y con el odio de sus compañeros por tener que pagar una millonada en fianzas. Charly García descansaba en un hotel cinco estrellas cuando la prensa y su propio manager comenzaron a presionar con algo que todavía no se sabe con exactitud que era; las versiones varían. El caso es que vio la ventana y decidió saltar varios pisos hacia la alberca que lo esperaba tranquilamente. Nuestro único rock star mexicano, es decir el proto-roquero Tin Tan tenía la misma actitud. Se dice que antes de cada filmación fumaba un porro de Go

Tú sabes no soy bueno

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Desperté en otro hotel. Era una habitación pequeña, pero que daba al centro de la gran ciudad. Salude a mi acompañante desde la cama mientras ella contestaba el celular e iniciaba el Skype para proseguir con su vida diaria. Una mujer ocupada, muy ocupada, de gran mundo, tres idiomas y una cuenta larga de teléfono. Yo era ahora solo un bulto en la cama, ayer era el especial nocturno, el gran conquistador, el hombre al que se le cumplían sus fantasías. ¿Así te gusta? ¿Me inclino más? El tipo que ofrecía plática y sonreía. El que no volteaba a ver a ninguna otra mujer. “Tengo hambre”, dijo entre una y otra llamada. “¿Podrías poner algo de música?“ Encendí la computadora y seleccioné algo que nos gustara a los dos. Ayer había sido pop basura cortesía de ella (con grandes interpretaciones mías), mezclado con mi necedad de oír grandes éxitos del lounge y de acid jazz. Puse en mi lap a Amy Winehouse, You know I’m no good. Me desperté con esa tonada y quería oírla en la habitación. Ella traía

Sus piernas

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Me gustaban sus piernas. Eran delgadas y suaves. Casi nunca usaba falda, por lo que las escondía muy bien tras esos pantalones infames que utilizaba. Pantalones que eran una o dos tallas más grandes de lo que necesitaba. Así, su cuerpo estaba escondido con esos pedazos de tela que nada le hacían justicia. Además, insistía en utilizar sus lentes de pasta y sus gorras viejas. Era como una niña envejecida, porque y a pesar de lo mucho que había vivido era una niña: 17 apenas llegados. 17 años de una vida dura, 17 de llorar y odiar. No había muchos lugares a donde ir: terrenos baldíos, parques polvorientos, calles sin pintar y hoteles de camas viejas que de vez en vez se les salía algo que juraba era paja. Me gustaba abrazarla y contarle algo. Que mis palabras fueran las que nos sacaran de ahí, de ese sito en medio de la nada, de ese hotel viejo con toallas rasposas y dulces de mantequilla en las almohadas. Ese sitio al que nos teníamos que recluir porque la policía, sus amigos y su famil

El Burdel

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Hasta hace no mucho tiempo dedicarse a algo relacionado con el arte era catalogado como una gran estupidez. Era bien visto entre amigos y conocidos, pero comprendido como una locura de juventud que no veía su fin y que acarrearía severos problemas al implicado. Pero ahora con las crisis constantes, el sólo hecho de no vivir del presupuesto y dedicarse a cualquier otra cosa es considerada como una tontería. Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error. Es decir, da lo mismos er médioc, abogado o tener dos doctorados, acabarás de taxista. Por eso cuando la Galería el Burdel se abrió en pleno centro de Tlaxcala, yo no lo consideré como una locura. A pesar de todos los pros/contras con que saltaba a la palestra: el hecho de que fuera arte contemporáneo, que su tendencia pop contrastara con los hábitos de consumo de arte del estado, que fueron en su mayoría creadores que no llegaban a los treinta y ese dejo de “joven progre” de colonia acomodada. Toda esa mezcla podía funcionar a su fa

Resultados del ataque poético

La cita fue a las cuatro de la tarde y justo a las cuatro y media ya éramos más de veinte personas. Nos organizamos en dos escuadrones y marcamos el curso hacia el centro de Tlaxcala. En el medio había un centro comercial, un mercado y varios restaurantes. La gente respondió muy bien a pesar de nuestras carencias. El siguiente ataque ya se está armando. Acá está el link al video.

Ataque poético

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Un grupo de artistas que radicamos en Tlaxcala decidimos leerle poesía a los incautos transeúntes de la capital. Buscaremos víctimas en restaurantes, cafés, centros comerciales, zapaterías. Queremos la plaza.

Érica

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No pensábamos encontrarla. Es más, sólo salimos a comer un hot dog, para calmar el hambre y dar una vuelta. Simplemente la casa nos parecía asfixiante. Pero nos la encontramos con su nuevo novio, que a su vez era el mismo tipo de siempre. Es decir, un sujeto blanco, delgado y con cierto pedigrí entre la pequeña comunidad tlaxcalteca. Había andado con hijos de todo tipo de gente, desde senadores, funcionarios de primer, segundo y tercer nivel, hasta empresarios textileros y dueños de restaurantes. En esta ocasión le tocaba al sobrino de un conocido político. Nos lo presentó con mucho gusto y luego nos invitó a tomar un trago. Gonzalito, como le decía Erica colgándose de su brazo, ya estaba bastante pedo. Se le notaba en la nariz rojiza y en la mirada perdida. Mi pareja y yo pensábamos que nadie puede negar una invitación a beber. Máxime que todo iba a ser gratis: alcohol y vuelta en auto. Nos subimos atrás y de inmediato me di cuenta que Erica estaba bastante borracha, también. No para