Gasolina, de Daniel Espartaco Sánchez.
Gasolina arde.
Pero qué es Gasolina, ¿Un cuento largo? ¿Una novela corta? Dejémoslo en novelle, que suena bien apantallador el término. Gasolina es un
chihuas esperando con un bidón de nafta quemarlo todo, pero también Gasolina es
un balde de sardónica crítica a los escritores post Salinas de Gortari, esos
mismos que comenzaron a cobrar sus cheques en los bancos privatizados con
religiosidad, a la generación menor de 35 y mayor de 18, a la generación funkitown, es la misma que presume de
sus “contactos” y de lo underground, pedotes y viejeros que son, igualitos que
los undergrounds, pedotes y viejeros que los señores de pueblo o los
oficinistas del centro.
Yo conocí a Daniel Espartaco a
través del facebook en el momento en que mi adicción era tal que la basura se
iba acumulando alrededor de mi escritorio. Daniel ponía el comentario ácido
necesario cada tanto en el aburrido tagline.
Me gustaba su obsesión por la añoranza comunista, de esos términos como
camarada o pueblo. Se burlaba veladamente de muchas cosas y me enganché.
Al poco tiempo leí su blog, todavía sin cruzar palabra con él.
Mi acercamiento era meramente por bits. Daniel me cae bien porque aceptaba la
medianía de los que se hacen llamar escritores, que por azares del
destino acaba perteneciendo a la clase educada con esfuerzos. Pero se burlaba
de eso, de la militancia comunista de sus padres, de su condición fronteriza y de sus gustos rancheros gringos.
Así fue cuando di con el manuscrito
de gasolina en su blog. Lo copié, pegue, imprimí y me senté en mi apestoso sofá
de mueblería de barrio a reírme como loco. De improviso, en Gasolina encontré
poco a poco los personajes que se repiten en los talleres literarios y en los
encuentros-excursiones a los que el Hermano Estado nos convida. Ahí está el
norteño coco que escribe balazos y viejas, con mucho éxito, la mujer sensual
poeta, que tiene voz chillona, el núbil y siempre caliente narrador que espera
encontrar el amor de su vida en el siguiente encuentro.
Gasolina es extraña en la literatura
mexicana, porque tiene humor, pero está bien escrito. Es decir, se aleja de la
solemnidad soporífera de un Volpi, pero también de los chistes largos de muchos
escritores jóvenes. Espartaco es un narrador acucioso, obsesivo (es cosa de ver
sus originales) y que comienza a tomar vuelo en una carrera que espero sea
llena de éxitos.
Pero Gasolina también es importante
porque es editado por NitroPress. Esta editorial que con pocos títulos ha
comenzado a marca pauta con sus diseños y arriesgados manejos promocionales en
la red. El formato del libro de marras es una chulada, por decir menos. Sea
pues. Qué esperan para comprarlo.
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