VHS El cine mexicano no duele
Siempre he
pensado que una industria puede llamarse así cuando tiene una amplia gama de
productos para el consumidor. El cine al ser una dualidad (ser arte y a la vez negocio) complica sus procesos
porque es difícil encontrar el justo medio entre un producto para venderse y la
pieza para el disfrute estético. Siempre se tiende hacia un lado u otro.
Los premios internacionales a cintas
tan prestigiosas como Heli o Luz silenciosa, por decir un par de
obras de reciente cuño y pedigrí, muchas veces son veneno para la taquilla. Si
bien los críticos las aplauden de pie en los festivales de cine alrededor del
mundo; en la taquilla local resultan ser un repelente para el espectador
promedio que requiere de mucho entrenamiento para verlas.
La gente puede permitirse el
visionado de una o dos en su dieta cinematográfica durante el año, pero
alimentarse de eso siempre acaba produciéndole retortijones. Por eso es
necesario que cintas con menos pretensiones lleguen a taquilla para que el
público no le tenga miedo al cine nacional.

De ahí mi deseo que las producciones
nacionales tengan cintas de simple escapismo como Rescatando al soldado Pérez o
Nosotros los nobles, porque le hacen tener esperanza al espectador de que
cine mexicano no significa dolor. Incluso El
crimen del cácaro Gumaro, por más fallida que le parezca a la crítica (yo
incluido) hacen que el espectador dude entre visionar el blockbuster internacional o entregarle su ocio y su dinero a una
producción nacional. Algún día –tal vez–, regresemos a tener el mercado
latinoamericano para nuestras producciones.
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