Los spoilers y la Revista Dicine


Hace unos días casi me golpeaban cuando estaba contando una película. ¡No nos spoiles la trama”, decía casi llorando un tipo que no había visto El inquilino/The tenant de Roman Polanski, una película estrenada en 1976, ¡hace 42 años! En ese momento pensé, ¿cuántos años tiene que pasar de estrenada una película para hablar libremente de ella? ¿Habrá siempre alguien que se ofenda por discutir sobre ciertos giros de la cinta? ¿Los libros como Historia del cine mundial de Georges Sadoul o El film noir de Esquenazi o La pantalla diabólica de Eisner son grandes acumulaciones de “spoilers”?
                No sé, creo que esto de los spoilers ha llegado a grados absurdos y estúpidos. O tal vez la idea de relatarnos películas era algo bien visto antes cuando se estrenaban con retraso las películas. Pero, además, la crítica de cine exponía de manera clara detalles de la trama para poder exponer de mejor manera porque la película les parecía de una u otra forma. Lo cual me hizo recordar una revista en la que todo el cine que se estrenaba en nuestro país era pasado a cuchillo: Dicine.
En 1983 Emilio García Riera fundó la Revista Dicine, hecha con pocos recursos financieros pero un sin número de plumas inteligentes y bien informadas. La portada era a color y los interiores a blanco y negro impresos en un papel de pulpa muy barato. Con todas sus limitantes, con su irregular distribución se mantuvo trece años saliendo mes tras mes, cambiando de directores cada tanto, de Nelson Carro, paso Leonardo García Tsao y finalizó con Susana López Aranda. Nelson Carro era uno de los reseñitas y críticos habituales, los propios Leonardo García Tsao, Susana López Aranda, a los que se sumaban Juan Arturo Brennan, Javier González Rubio, Tomás Pérez Turrent, Moisés Viñas, Rafael Medina de la Serna, agregando a un par de críticos como José Xavier Navar, y Naief Yehya, que aportaban la sal y la pimienta a una revista que se centra en el cine de festival, pero que se nutría también de cine fantástico, pasando por el porno y rarezas.
Yo en especial me reía mucho en la forma en que Pepe Navar destrozaba las pelíuclas pretenciosas o llevaba a chacota los infumables churros de acción, o cuando Yehya reseñaba cintas porno, comprando actores y directos como un verdadero especialista en ese cine que se sale de la norma.
Es en 1997 que cierra Dicine para siempre y con ella se va una época muy grande de la crítica nacional. Hoy estamos reducidos a unos pocos críticos desperdigados en algunos medios, pero que no hacen gran contrapeso a la andanada de youtubers oligofrénicos que desconocen (y no les interesa) el Cine, sino solo el estreno de la semana. Razón por la cual dividen sus “críticas” en quiénes son los actores, qué películas hizo el director (por lo regular uno chambista) y, luego de una breve búsqueda en la Wikipedia, dar un poco de contexto.
Porque, una crítica es una crítica, sea escrita en papel o grabada en video. La diferencia es el profesionalismo, porque un crítico profesional se va a preocupar por ver todo tipo de cine, hilar las referencias expuestas en pantalla, tratar como su igual al receptor de su crítica y emitir una opinión informada. Un crítico no-profesional le “explicará” el final a su espectador porque considera que es estúpido, no le hará “spoilers” porque cree que una película es solo una historia (no hay ambientación, trasfondo, cinematografía) y jamás hará contextualizará al espectador.
Cuando cerró Dicine se acabó una escuela de hacer crítica.

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