Un hombre solitario, el Chinola Kid
La novela popular es un fenómeno que comienza en el XIX con los folletines franceses y que pronto se trasladó a Inglaterra, Italia y en menor medida, España y México. Grandes nombres salieron de ahí: Charles Dickens, Honoré Balzac, Emilio Salgari o Manuel Payno. Estos fueron escritores que se volvieron necesarios para las personas que las leían. Hay historias documentadas de cómo la gente en Estados Unidos esperaba con ansias el siguiente capítulo de la obra de Dickens. Algunas, desesperadas, se aventaban al mar para llegar primero al barco que las traía desde Inglaterra. Este tipo de novela luego vio su transformación en la novela barata de bolsillo. Pronto los folletines se transformaron en revistas como Black Mask, donde publicaron la mayoría de los grandes maestros de la novela negra.
En
Estados Unidos las revistas que contienen cuentos y novelas seriadas son moneda
corriente. Por ejemplo la Weird Tales
sigue publicándose desde hace años al igual que Asimov, entre otras. Los
escritores de novelas policiacas son
prácticamente rock stars al
igual que muchos guionistas de series. En España sucedió algo similar con
personajes como J. Mallorqui, Lou Carrigan o Marcial Lafuente Estefanía. Aunque
las diferencias entre americanos y europeos es grande, en España, por ejemplo,
durante la dictadura franquista eran perseguidos, coaptados ideológicamente y
hasta asesinados, mientras tanto en Estados Unidos el género fue creciendo
hasta llegar a grados de excelsitud como los de Elmore Leonard o Patricia
Higthsmith.
Hago esta breve, muy breve revisión
para contextualizar la obra de Hilario Peña. Algo que me prometí desde hace
tiempo cuando tuve por suerte encontrarme su primera novela “Malasuerte en
Tijuana” y encontré muchas cosas que hacía tiempo no encontraba en la
literatura mexicana. Lo principal, un respeto por los subgéneros sin caer en la
militancia política para redimirlos o el afán de llegar a niveles de excelsitud
y de sapiencia literaria. Porque si bien es cierto que Borges podía adornar su
literatura con ese barroquismo que la embellecía, muchos no cuentan con ese
genio. Lo que acaba resultando en libros aburridos. Peña por el contrario,
tiene una forma de narrar ligera, es como si volara por las palabras, haciendo que
los personajes se vuelvan kinéticos.

Sus otras dos obras rinden homenaje
directo a los grandes escritores de la novela negra norteamericana y la novela
popular en general. Sin hacer referencias directas uno siente que están los
ecos de Ed Cain por su obsesión con las mujeres fatales y terribles, o Elmore
Leonard por el manejo de tiempos y voces.
Chinola Kid, se anuncia bajo el
penoso título de “El primer narco western de la literatura mexicana”. Los
genios de publicidad hacen todo lo posible por joder la obra de los autores que
representan. Cosa que pasó también con Alberto Chimal y su “El James Joyce de
su generación”.
Pero la novela que hoy nos ocupa sí
es un western, uno contemporáneo, eso sí, ubicado en el presente aunque en un
pueblo medio fantástico. Un tipo, un tallyman,
un cobrador de cuentas es enviado con engaños a un pueblo y allá, lejos de
hacer lo que se espera de él se vuelve un justiciero a la vieja usanza de los
hombres solitarios forjados por si mismo que toman la justicia por sus propia
mano. Es decir el sueño de cualquier republicano gringo.
No nos engañemos, los héroes
solitarios a la gringa son todos unos derechistas que dominan sus lugares con
mano de hierro y no permiten que nadie se salga del guacal. O qué pensarían del
personaje encarnado por Charles Bronson en Death Wish o esa nueva versión,
basada en un “hecho real”, protagonizada por la Roca, Con la frente en alto. En
ellas el justiciero es un hombre venido de tiempos pasados, una especie de
caballero del XIX que superpone su visión a sus gobernados. Lo mismo pasa en
“Chinola Kid”. Pero obvio, con cómicos resultados porque cuando Rodrigo
Barajas, el “Chinola Kid” (pequeño guiño al mundo del boxeo del cual es fan Peña),
se ausenta por unos días su pueblo vuelve al caos.
La novela de Peña se alimenta mucho
de la literatura, pero y no podría decir en que partes porque no soy una
autoridad en ellos, se respira el ambiente del corrido norteño. Ese melancolía
por la mujer perdida (y fatal, como pasa siempre en la obra de Peña a
diferencia de los narco westerns de los Hermanos Almada o Alberto Mariscal),
ese sentimiento de pérdida y de un pasado mejor me hacen recordar a los Alegres
de Terán pero también Los huracanes del norte.
Peña hace mediante esta novela una
homenaje a toda esa cultura popular (El libro vaquero en la portada, los
corridos, la novela popular, los chili westerns, el box) sin dejar de contarnos
algo, sin quedarse en el cómo y no en el qué como pasa mucho con la alta novela
inalcanzable para los lectores normales.
Viaducto-Piedad 22 de febrero 2013
Texto leído en la Feria del Libro de Minería durante la presentación del libro.
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