—¿De dónde vienen? —preguntó Reordon. —De todas partes —replicó Carmack. Ambos hombres permanecían junto a la carretera de la costa, y, hasta donde alcanzaban sus miradas, no podían ver más que coches. Miles de automóviles se encontraban embotellados, costado contra costado y paragolpe contra paragolpe. La carretera formaba una sólida masa con ellos. —Ahí vienen unos cuantos más —señaló Carmack. Los dos policías miraron a la multitud que caminaba hacia la playa. Muchos charlaban y reían. Algunos permanecían silenciosos y serios. Pero todos iban hacia la playa. —No lo comprendo —dijo Reordon, meneando la cabeza. En aquella semana debía de ser la centésima vez que hacía el mismo comentario—. No puedo comprenderlo. Carmack se encogió de hombros. —No pienses en ello. Ocurre. Eso es todo. —¡Pero es una locura! —Sí, pero ahí van —replicó Carmack. Mientras los dos policías observaban, el gentío atravesó las grises arenas de la playa y comenzó a adentrarse en las agua...
—Señor presidente, le dijo el hombre con la voz trémula y el nerviosismo desbordado el teléfono. —¿Atraparon al Chapo? –preguntó el presidente poniéndose las gafas y sentándose en la cama quitándose la modorra de la media noche. Su esposa soltaba baba sobre la almohada y murmuraba algo. —No señor. Tenemos un problema. —Ay no, por favor no. Ahora qué, ¿una inundación?, ¿un terremoto?, ¿explotó otra plataforma petrolera? Nos declaró la guerra Argentina, ¿verdad? Dígale que era broma, que nunca dije que su presidenta estaba loca. —No señor. Si es algo con otro país pero no con Argentina. Si no actuamos rápido podemos tener problemas con España. —¡Mi madre! Exclamó el presidente y sintió un vahído que lo tumbó de nuevo a la cama. —Señor, señor, se oía que decía su asesor de gabinete desde el teléfono. La primera dama se despertó, tomó el auricular y oyó los gritos desesperados. —Mi amor te hablan, dijo poniendo el aparato en la cabeza de su marido. El presidente cambi...
Hace unos días casi me golpeaban cuando estaba contando una película. ¡No nos spoiles la trama”, decía casi llorando un tipo que no había visto El inquilino/ T he tenant de Roman Polanski, una película estrenada en 1976, ¡hace 42 años! En ese momento pensé, ¿cuántos años tiene que pasar de estrenada una película para hablar libremente de ella? ¿Habrá siempre alguien que se ofenda por discutir sobre ciertos giros de la cinta? ¿Los libros como Historia del cine mundial de Georges Sadoul o El film noir de Esquenazi o La pantalla diabólica de Eisner son grandes acumulaciones de “spoilers”? No sé, creo que esto de los spoilers ha llegado a grados absurdos y estúpidos. O tal vez la idea de relatarnos películas era algo bien visto antes cuando se estrenaban con retraso las películas. Pero, además, la crítica de cine exponía de manera clara detalles de la trama para poder exponer de mejor manera p...
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