Te lo juro por Saló de Arturo J. Flores


Si Arturo J. Flores viviera en otro país sería un hit literario. Sus libros ya hubieran sido adaptados para películas independientes y sería panelista de diferentes programas de televisión. Sería un rock star literario, algo como lo que hace Chuck Klosterman actualmente. Pero Arturo vive en México y la pesada lápida de la tradición lo hace estar lejos de las mieles del éxito masivo. Para empezar no escribe biografías sobre héroes patrios o sobre escritores oscuros de Europa. No ha ganado becas literarias, sino por el contrario, es un reportero y editor labrado en el trabajo. No es norteño y menos pone epígrafes de cumbias en sus relatos. Flores lo que hace es demodé: mezclar rock and roll y cine para dejarse llevar por sus obsesiones.
            En “Te lo juro por Saló” cuenta la historia de dos clasemedieros, nada especiales, que deciden ir a cumplir su sueño americano por medio del cine. El protagonista y narrador, al que el decadente star sistem de la pornografía lo acaba nombrando como Luke, es un machin mexicano que desea cumplir el sueño de poder vender un guión a Hollywood. Sueño que muchos han tenido en la cabeza de una u otra forma. Lo interesante del libro es que no hay referencias pedantes al cine, por el contrario, la pareja de pornógrafos tiene como referentes el cine más comercial de Estados Unidos (Star Wars, Gran Torino) y las clásicas Europeas (Saló, Underground). No buscan a Gus Van Sant para que les dirija su historia sino al Hollywood de esplendor sucio de los setenta, encarnado en Clint Eastwood.
            Pronto Luke y Michelle se darán cuenta que por los bulevares angelinos recorren a diario miles de personas que buscan ser “descubiertas”. El dinero se acaba rápidamente y ellos se la pasan teniendo sexo y viendo películas sin preocupación. De Eastwood ni sus luces. Pero qué tal cuando deciden pedir trabajo de extras en una maloliente oficina donde conocerán a su hada madrina oscura, encarnada en un inmigrante cubano que los introducirá en el mundo del porno menos atrevido.
            Flores recurre a su conocimiento de la cultura norteamericana para crear una fábula fantástica en que nos encariñamos con el inocente y torpe Luke. Digo fábula fantástica porque como buena película se dan golpes de suerte que solo un guionista podría inventar para sus personajes. La riqueza angelina llega a raudales, las drogas y los sueños, pero todo tiene un precio.
            La parte más divertida es cuando recurren a los grandes clásicos del cien camp y basura mexicano para revitalizar la escena porno  estadunidense y sus créditos autorales quedan modificados para hacerle justicia al mexican curios.
            Es interesante que esta novela haya ganado un premio literario prestigiado como el “Justo Sierra O’Reilly” de 2011. Flores recurre al lenguaje cinematográfico para hacernos “ver” cosas que el interesa. Utiliza la jerga del cine para jugar con ella y los giros dramáticos inesperados para mantenernos leyendo hasta el final.
            Si Arturo J. Flores viviera en California algún loco productor ya le hubiera comprado los derechos y lo tendría trabajando con un gran poster de Paris Hilton en la pared, una adaptación de su propia novela.

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