Delitos sin víctimas
Después de
que Paco Ignacio Taibo II creara a mediados de los setentas el neopoliciaco, (mezcla
de humor chilango malaleche, impunidad gubernamental, crítica de izquierda y
sentido de la derrota pírrica), los escritores mexicanos subsecuentes se
dedicaron a copiar ese formato hasta el hartazgo. No se vislumbraba ningún
cambio hasta hace unos pocos años con la llegada de sangre nueva y un repunte
del narcotráfico.
Bernardo
Fernández mejor conocido como BEF ha saltado a la palestra de una manera
inesperada. Anteriormente jefe de diseño editorial de la revista Complot
Internacional en su primera época (la mejor) y dibujante de comics, se ha
vuelto todo un referente luego de ser acreedor al premio “Una vuelta de tuerca”
de novela negra.
Su novela Hielo
negro, donde por primera vez aparecen dos de sus personajes más
entrañables, la narcotraficante de nueva escuela Lizzy Zubiaga y la gordibuena
agente Mijangos, se volvió de inmediato un
bestseller traducido a varios idiomas. La fórmula de BEF fue mezclar sus
más íntimos gustos, es decir las referencias al cómic, el albur, el desenfado,
una trama que podría parecer increíble pero que se ancla con la realidad y la
crítica ácida a los artistas conceptuales; tan en boga a últimas fechas.
En
Cuello Blanco BEF regresa con la
misma dosis de elementos pero con una narrativa menos hiperbólica que la
anterior, más anclada a la realidad y menos a la lógica del cómic. Lizzy sigue
siendo la despiadada líder del cartel de Constanza pero ahora es menos parecida
a los villanos de Batman y por lo tanto más carnal, más identificable en algún
bar de moda de Polanco. Mijangos también se hace menos heroína hard boiled para
convertirse en una mujer obsesionada con su muy particular versión de hacer
justicia. Ambos personajes (¿o personajas, debería de decir?) ganan con este
giro.
La
trama vuelve a dar saltos en su forma de narrarse, vuelve a utilizar voces en
primera personan o en tercera, nos da acceso a documentos privados, nos brinda viajes
a lugares improbables del mundo (Albania, por ejemplo), y nos ofrece monólogos
tan reales que uno no hace más rendirse ante su prosa.
Las
referencias culteranas a lo pop no se pierden, lo mismo está presente la
Comicon como gran centro de gravedad de lo nerd que personajes inolvidables de
Don Gato, como el superhombre Moldoon. En suma, una novela tan disfrutable que
debería ser prohibida.
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