La locura de la quietud

Al mismo tiempo Marcelo Valente, un
dicharachero y enamoradizo académico español es conducido por el azar a
compartir espacio con un enfebrecido burócrata universitario que lo llevará a
conocer la más enloquecido teoría de la que será partícipe. En tercer plano,
pero no menos importante, Richard Foret, el boxeador, poeta e intenso amante
francés, aparecerá como un fantasma recurrente que hilará la historia.
Saldaña París se las ingenia para
marcar en dos formas narrativas, tres diálogos y con una inteligencia notable,
las diferencias entre tres generaciones y su visión del mundo. Por una parte
está el violento e impulsivo Foret, que encarna la fiereza de los hombres que
iniciaban el siglo XX, la valentía del saberse exploradores en un tiempo que
abría miles de posibilidades. Por otro lado Marcelo Valente, hombre que no ha
perdido la esperanza y que ve en el sexo casual la mejor manera de fraternizar
con las mujeres, que sigue teniendo empuje e ideales y que conserva el candor
de años mejores. Por último el nihilismo y pereza de Rodrigo, quien nació en un
tiempo en el que al presionar un “enter” el mundo se abría a su gusto.
Cada uno de ellos obtiene lo que
busca. Foret una vida llena de peligros, de constantes huidas y de amores
intensos; Valente viajes a lugares románticos (no en el sentido cursi del
término), y de amores breves. Rodrigo una gallina en un lote baldío y una
excelsa colección de tés colgados en la pared.
Saldaña se revela como un novelista
que llena de humor el patetismo de sus personajes, que se burla del mundo que
le toca ver y que ofrece una historia que no se va por la resolución fácil sino
que construye un mundo y nos lo ofrece.
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