El poder y la palabra, entrevista con Patricio Pron

Patricio Pron es uno de los
autores argentinos con más proyección en el mundo de habla hispana. Ha sido
traducido a media docena de idiomas entre ellos inglés, el alemán, el francés y
el italiano. Por desgracia en nuestro país apenas comienza a conocérsele. Como
periodista, oficio que heredó de sus padres, recorrió Europa, los Balcanes,
África del Norte y Turquía en el año 2000 como corresponsal del diario La
Capital, de su país natal. Sus colaboraciones pueden leerse en El País de
Montevideo y ABC, así como en las revistas deOccidente, Quimera y Letras Libres
(España), que reúne su blog personal hospedado en el prestigioso sitio web
www.elboomeran.com.
Pron sabe mezclar a partes iguales
la fiereza de un escritor marginal con el oficio y la vasta cultura de un
escritor culterano. En su narrativa mezcla lo autobiográfico con juegos
literarios, creando relatos explosivos y mordaces. Sobre su más reciente libro
hablamos vía electrónica.
Posiblemente sea así. Entre “El
comienzo de la primavera” y “El libro tachado” hay un período de seis años y
cinco libros, y supongo que la pregunta acerca de qué significa ser un autor (y
por qué razón lo soy yo, qué vínculos hay entre la literatura y la vida, cuál
es el ámbito de intervención, el territorio, de la literatura) es una pregunta
que me he hecho muchas veces en ese tiempo. Quizás haya escrito esos cinco
libros, y especialmente “El libro tachado”, para intentar respondérmela, sólo
para descubrir que la pregunta no admita una respuesta simple.-Hay una cosa que
siempre he criticado: el escritor que habla sobre escritores. Sin embargo, en
tu obra lo llevas más allá del romanticismo facilón. Lo conviertes en una
búsqueda para saber qué significa ser autor. Mi impresión es que El comienzo de
la primavera es la base en donde descansa tu más reciente libro, El libro
tachado…
-En tu libro de relatos La vida
interior de las plantas de interior hay cuando menos dos cuentos donde ahondas
en el mundillo literario con críticas severas: una a los concursos literarios y
otro a la envidia que produce el éxito. ¿Cómo han sido recibidas estas
historias? ¿Has escuchado críticas?
No, no realmente. Las personas
que dieron origen a esos cuentos (porque están basados en historias reales)
prefirieron fingir que no los habían leído y quienes dijeron leerlos no se
identificaron con sus personajes porque nadie quiere identificarse con
personajes mezquinos o fracasados, lo cual me parece muy razonable y es la
causa por la que escribí esos cuentos en primer lugar.
-En este mismo libro hay un
relato donde un joven escritor comparte edificio con un autor a quien él
admira. Esta convivencia sin convivencia modifica para siempre la vida del
novel narrador. ¿Es el escritor una especie de mago? ¿El uso de la palabra
puede cambiar tanto la existencia de quienes rodean a un autor?
En relación a la primera
pregunta, yo invertiría la afirmación para decir que todo acto de magia es un
acto narrativo, cosa que, por lo demás, es bastante evidente. En cuanto a lo
segundo, la respuesta es sí, nuestra relación con las personas que nos rodean
cambia bastante cuando en ella participa la literatura, que es una de las
causas de numerosos divorcios y accidentes. Pero también se puede aprender de
un escritor, y yo he tenido la suerte de que algunos a los que yo consideraba
mis maestros me permitieron vivir cerca de ellos y aprender a su lado durante
un tiempo: todo lo que he hecho desde entonces es tratar de demostrarles que su
generosidad y su ejemplo no han sido en vano.
¿Cómo fue el proceso de creación
de El libro tachado?
Un proceso muy placentero,
surgido de dos incomodidades (con el ensayo reciente en español, que ha perdido
buena parte de su capacidad para establecer un diálogo provechoso con el
lector, y con las voces que auguran la “muerte” de la literatura) pero nada incómodo
en sí mismo porque, al revisar mis notas y mi diario de lecturas en busca de
noticias acerca de esa supuesta “muerte”, lo que encontré fue que en los
últimos diez años, y sin saberlo, no había hecho más que leer sobre el tema. A
partir de ese punto, todo consistió, no en saber qué argumentos utilizar para
apoyar mis hipótesis, sino cuáles dejar de lado, y cómo escribir un libro que
pudiera o pueda ser leído de cuatro o cinco formas distintas, como sucede con
“El libro tachado”.
-El libro parece inabarcable. Es
un libro que lleva a otros libros en una especie de laberinto, aunado a todas
esas notas a pie de página. ¿Esa era tu intención?
Sí, mi intención era que el libro
supusiese un descubrimiento para algunos lectores y que esos lectores pudiesen
hacer los suyos propios tirando de alguno de los muchos hilos que se le
ofrecen. Siempre me han gustado los libros que no se agotan en sí mismos, sino
que permiten a sus lectores continuar “viviendo en ellos” mediante la
investigación posterior; me parece que esos son libros cuyos autores han sido
generosos, y quise que también el mío libro fuera así, una casa o al menos un
refugio para algunos lectores en tiempos que no son buenos pero tampoco parecen
mejorables, al menos para la literatura.
-En el primer capítulo tocas el
tema de las máquinas de hacer poemas. Los generadores de memes son como los
parientes digitales de estas máquinas. Una frase inocua puesta en una foto de
Cortázar la vuelve póstuma. ¿La gente de ahora es más crédula que la de antes?
No lo creo. Más bien pienso que
hemos llegado a un punto en el que, por una parte, es imposible reconocer ya si
los textos que leemos han sido escritos por un autor real o por una máquina, y,
en segundo lugar, nos vemos incapacitados para reconocer qué es real y qué no
lo es. Los “memes”, las “autofotos” o “selfies” son intentos más o menos
exitosos de tratar de estar al corriente de “lo que pasa” e inscribirnos en una
sucesión de acontecimientos, pero esa sucesión sólo es real en el historial de
un navegador, en el muro de Facebook o en el “timeline” de cualquier otra red
social, al tiempo que la vida sucede en otro sitio, de tal forma que toda esa
producción textual (toda esa “literatura” en sentido amplio) es producida y
consumida de espaldas a la vida y con una relación precaria con ella. “El libro
tachado” es, también, un intento de alertar acerca de este estado de cosas.
-Al terminar el capítulo de las
falsificaciones y plagios me quedó la sensación de que cierta manera son
también artistas. El caso Nahuel Maciel es paradigmático. No cualquiera puede
ser un plagiador y mentiroso con éxito. ¿Tiene algún tipo de mérito estos
sujetos?
Por supuesto. En mi opinión, el
plagio funciona como línea demarcatoria del ámbito de lo posible en la
literatura en un momento histórico específico u otro, así que los autores que
plagian, con mayor o menor talento, nos obligan a recordar que nuestras
convenciones literarias son el producto de un consenso que puede y debe ser
puesto en cuestión en todo momento. Los plagiarios, por decirlo así (ya que no
estoy muy seguro de que lo que hagan sea “plagio” o de que se pueda hablar de
plagio en ciertos casos), son invitados a cenar que ponen los codos sobre la
mesa, lo cual es una descortesía pero también una forma de comer como cualquier
otra.
-¿Qué escribes ahora?
Una novela que forma dúo o
díptico con “El libro tachado”, pero esa novela es todavía una posibilidad y yo
siempre prefiero hablar de hechos.
Entrevista aparecida
originalmente en Letras Explícitas
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