Es que me da la vergüenza
Hace algún
tiempo uno de los trend topics del
Twitter le tocó a Martha Higareda. Lo que lo detonó fue las imágenes de un topless aparecidas en la malograda cinta
Tlatelolco. De inmediato la turba twittera, —que muchas veces me recuerda a los típicos
abusadores de la secundaria— hizo de las suyas mofándose cruelmente de los
senos de la actriz al tiempo que sacaba a relucir lo más posible su misoginia y
la vergüenza inherente que tenemos los mexicanos ante un cuerpo desnudo.
Esto no es nuevo, la doble moral
mexicana ha llevado a crear éxitos de cine pornográfico o erótico que ante la
sociedad negamos pero que en secreto atesoramos. Un ejemplo de esto es el lote
de películas pornográficas encontradas por la Filmoteca de la UNAM,
principalmente cortos de cine silente en los que se puede apreciar a diferentes
personas teniendo sexo sin ningún tipo de tapujos. Los títulos de algunos de
ellos lo dicen todo: Las muchachas, El sueño de Fray Vergazo y Tortillas calientes. Cosa curiosa,
dichas cintas fueron creadas cuando el movimiento cristero estaba a todo vapor.
Estas piezas eran exhibidas en prostíbulos clandestinos o en sitios que servían
como pantalla para que las buenas consciencias pudieran disfrutar de ellas, como
falsas librerías.

Esa situación no ha cambiado
actualmente; en la televisión se siguen mutilando las películas cortando trozos
enormes donde aparezca un desnudo o una situación comprometedora, es decir condenando
la belleza de un cuerpo desnudo. Lo
bueno es que los lectores de Playboy y un servidor sabemos apreciar y aquilatar
la belleza de la piel femenina que se entrega con ropa o sin ella.
Columna aparecida en Playboy México.
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